Autoconocimiento y autocuidado para líderes
26 Jul. 2021

Autoconocimiento y autocuidado para líderes

 

Cuando hablamos (o escribimos) sobre liderazgo suele entenderse, de manera casi automática, que hablamos de liderar a otros y, más específicamente, de liderar a nuestro equipo, a las personas que, de una manera u otra, dependen jerárquica o funcionalmente de nosotros. Sin duda esta es una dimensión clave del liderazgo, pero, antes de acometer este enfoque (al que ya dedicaremos otros espacios), creo que es aconsejable realizar una serie de reflexiones previas sobre nosotros mismos.

En primer lugar, y por obvio que pueda parecer, es necesario tomar consciencia de que yo formo parte del dibujo. Es decir, no estoy observando una realidad única y pétrea a la que soy ajeno. No estoy paseando por un museo y me he detenido ante un cuadro al que observo, analizo, contemplo y, en su caso, juzgo y modifico. No, yo formo parte del cuadro. Mi manera de relacionarme con la realidad, mis procesos mentales de toma de decisiones, mis creencias, mis juicios y mi experiencia previa forman parte de mi entendimiento de la realidad, de mi estilo de liderazgo y, en definitiva, de mi capacidad de análisis y de influencia sobre esa realidad. 

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El autoconocimiento

Por todo ello, hay un primer e innegociable trabajo para la persona que se ofrece como líder para una determinada organización: es necesario un elevado nivel de autoconocimiento. Es necesario dedicar tiempo a entender cómo mi propia personalidad y experiencia condicionan mi percepción de la realidad. Para ello, los procesos estructurados de autoconocimiento, como el coaching o mentorización, además de la propia autogestión y reflexión, permiten diagnosticar cómo me relaciono yo con otros y con mi entendimiento de la realidad y van dotándome de herramientas para tener el liderazgo flexible y adaptativo que tanto mi propia organización como el entorno exigen de mí. Debo entender mis tendencias, mis creencias, mis prejuicios y mis maneras de relacionarme con la realidad para desarrollarme como mejor líder al servicio de mi organización.

El autocuidado

Siendo el autoconocimiento un área clave sobre la que volveremos en otras ocasiones, queremos destacar en esta reflexión abierta un segundo aspecto que nos parece fundamental y poco tenido en cuenta, desde un enfoque eminentemente práctico: el autocuidado. Para ejercer como líder es preciso tener un cuidado exquisito de uno/a mismo/a. Los sobreesfuerzos prolongados, el estrés acumulado, el agotamiento… suelen afectar a las personas que se sienten muy comprometidas con el proyecto empresarial en el que están involucradas y al que, por capaces y resistentes que sean, dedican un esfuerzo difícilmente sostenible. Para ello, sugerimos dos cursos de acción:

1. Cuidar de nuestro cuerpo

Por un lado, están los aspectos asociados con el cuidado del cuerpo. Estas son algunas de las recomendaciones más habituales para contribuir a que la máquina esté en las mejores condiciones posibles:

  • El ejercicio físico moderado y adaptado a cada realidad individual (desde caminar regularmente hasta hacer triatlones). 
  • Una alimentación equilibrada (en cantidades y calidades adecuadas).
  • Beber agua e hidratarse de manera regular y constante.

Por habituales que sean estas recomendaciones, parecen no calar en los/as líderes contemporáneos hasta que es demasiado tarde, hasta que el cuerpo lanza alguna señal innegable para avisar de que es necesario cambiar ciertos hábitos. Por ello iniciamos este espacio recomendando que incorporemos a nuestra agenda aquellos hábitos que contribuyan a un mejor equilibrio con nosotros mismos. Tan solo desde ese equilibrio y autocuidado podremos ofrecernos como líderes aportando nuestro máximo potencial a las personas que nos rodean, tanto en nuestra vida profesional como en la privada.

2. Cuidar de nuestra mente

Por otro lado (aunque sea una falsa división) está el cuidado de la mente. Para ello, además de los mecanismos de autocuidado mencionados en el párrafo anterior, hay aspectos relevantes como practicar el foco (la capacidad de enfocar nuestra atención sobre un aspecto o temática), darle espacio a nuestro cerebro para divertirse y distraerse y, de una manera singular, tomar consciencia de que es necesario que la duración y la profundidad del sueño ejerzan el efecto reparador necesario en nuestro cerebro.

La neurociencia ha demostrado que dormir alrededor de 6-7 horas de manera continuada permite procesar la carga emocional del día anterior y resolver problemas complejos durante el sueño. Recordemos que, cuando éramos jóvenes y teníamos un problema que nos atenazaba, nuestras abuelas nos decían: «No lo pienses ahora, consúltalo con la almohada». Se ve que, en su saber popular acumulado, nuestras abuelas ya eran precursoras de lo que la neurociencia ahora demuestra.

Y me preguntarán: «Y, si no duermo bien, ¿qué puedo hacer para dormir mejor?». El ejercicio físico y la alimentación ayudan (por ejemplo, cenar pronto, ligero y sin bebidas alcohólicas ayuda mucho a dormir mejor). Pero hay otra área que quiero destacar: silenciar la mente.

Solemos vivir de una manera intensa y acelerada. Nuestro cerebro está sometido permanentemente a inputs externos y a la elaboración propia de pensamientos y de las emociones derivadas de esos pensamientos. Por eso, tanto la gestión de los estresores externos como el silenciar nuestra propia generación de pensamientos y emociones derivadas forman una parte esencial del autoconocimiento y del autocuidado. 

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Hoy destacaremos esta segunda parte: cómo aquietar nuestra propia generación de pensamientos y juicios. En esta área, el concepto de mindfulness (estar presente en el aquí y el ahora siendo capaces de observar nuestros propios pensamientos y de reconocer nuestras emociones y sentimientos) se constituye como una herramienta fundamental de autoconocimiento y autocuidado. Existen muchas formas de practicar mindfulness: 

  • cursos MBSR (mindfulness based stress reduction), 
  • yoga consciente, 
  • meditación vipassana… 

La elección de la herramienta y del soporte no es objeto de esta reflexión, pero la toma de conciencia sobre cómo el autocuidado y, especialmente, el silenciar la mente contribuyen a la mejora del autoliderazgo y, por ende, a la mejora del desempeño de nuestro rol como líderes de nuestra organización sí que es un objetivo central de estas líneas.

Ya hemos hecho referencia de las ventajas del autoconocimiento y del autocuidado para nuestro liderazgo en ámbitos profesionales. Y quiero acabar estos párrafos destacando cómo, en nuestros ámbitos privados, también jugamos ese papel de liderazgo distribuido, en el que nos ponemos al servicio de seres queridos para una conducción de vida equilibrada y feliz. Por tanto, las reflexiones previas pretenden constituir un momento de reflexión sobre cómo el prestar la atención debida a nuestro propio cuidado deviene fundamental en el desempeño del rol de liderazgo que, desde cada una de las posiciones personales, podemos ofrecer a nuestro entorno.

El destino es menos relevante que el viaje. Disfrutemos cada instante del viaje de liderazgo.

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Ruben Llop